martes, 23 de marzo de 2021

 LA PANDEMIA COMO LA VIDA MISMA... 

Parte 1 (sí, amenazo con escribir mucho y habrá más partes)


Cuando empezó la pandemia, en México lo veíamos como algo súper lejano. Algo así como decía Susanita Cleotilde Chirusi (la de Mafalda pues) al leer el periódico: "Qué bueno que el mundo está tan lejos...", yo me sentía Susanita muchas veces y dentro de mi hasta pensaba: seguro esto parará antes de llegar a México. 

Aunque veía con asombro y algo de miedo lo que pasaba en España e Italia, y leía a mis amigos españoles hablar del tema en sus redes sociales, rogaba porque aquí el destino no nos alcanzara... 

Pero ¡oh sorpresa! (ni tanto) llegó el día del primer caso en México... y aunque aún hablaban de que todo estaba controlado, pues se veía venir la debacle. Porque nunca hemos sido muy disciplinados que digamos y porque en este país la gente prefiere creer en las cosas mágicas que en la ciencia (tristemente).

Y bueno, lo demás es historia, llegamos a picos altísimos de contagios y muertes, en la CDMX vivimos en un eterno semáforo rojo porque a la gente ya se le empezó a olvidar el miedo inicial y sigue habiendo negacionistas sobre el tema y porque también es cierto que mucha gente no puede quedarse en sus casas y hacer la cuarentena "como Dios manda" porque si no salen a trabajar, pues no comen. Y así a trompicones, seguimos viviendo en un eterno: "salir o no salir, esa es la cuestión..."

Y hay cosas de las que se habla y mucho por todos lados, sobre todo horribles y que nos desgastan emocionalmente pero hay otras de las que casi no hablamos y que no son tan malas y es lo que atañe a este texto que les quiero compartir.

Yo voy a empezar contándoles mi experiencia en pandemia-cuarentena y como mi vida ha ido tomando su curso de una manera que no esperaba pero que no es mala, de hecho creo que estoy en un momento muy bueno en todos los aspectos.

A ver, todo empieza con un comunicado oficial diciendo que todos los trabajos no esenciales debían parar. Y en mi oficina el jefe de jefes dijo que NO... y yo, como todos los que me conocen saben bien, pues nunca he sido muy dócil que digamos, así que fui directamente con mi jefe a quejarme de la decisión de dirección y él, que es un tipazo y que ya me conoce y se aguanta mis quejas solo me dijo: si estuviera en mis manos, todos haríamos home office desde ya, pero se me sale de las manos... Y bueno, mi respuesta fue: gracias y te entiendo pero aún así voy a ir a quejarme con la gente de RH, porque alguien tiene que hacer algo...

Porque yo soy así, si algo no me gusta tengo que sacarlo de mi sistema y decirlo hasta quedarme en paz conmigo. Y bueno, lo hice y obviamente no ocurrió nada en ese momento. Pero como a los 3 días, mi jefe me dijo que ya podía irme a mi casa a hacer Home Office y me hizo muy feliz.

En realidad no se si lo hizo para que dejara de quejarme o porque sí en realidad no era necesario que yo estuviera ahí, pero igualmente se lo agradezco. Y así me fui los primeros meses de encierro a casa. Unos meses raros, sobre todo porque aunque nadie lo decía todos en la empresa en la que trabajo, teníamos esa sensación de que como el director dice: "no creer en el home Office" (como si fuera una religión o algo en lo que se puede o no "creer", ja, ja, ja) pues nos esforzábamos el triple o más. Yo recuerdo esos primeros meses como sin horarios, si mi teléfono sonaba yo estaba súper al pendiente (y no es que ahora no lo esté) pero eran momentos de ansiedad y de incertidumbre generalizada, además recuerdo trabajar sin parar toda la semana sin importar horarios y sin saber si existían los fines de semana o habían desparecido para siempre.

Tanto fue el esfuerzo que hacía por estar al 1000 (no al 100, al 1000) que me lastimé la mano derecha. Como ustedes saben, yo soy arquitecta y uno de mis instrumentos de trabajo, pues evidentemente son mis manos. Me exigía tanto a mi misma que comía cuando me acordaba, dibujaba sin parar día y noche, hasta que eso, normal, pues hizo mella en mi. El dedo índice de la mano derecha se me inflamo por todo lo que que lo forzaba que hubo un momento en que tuve que parar porque el dolor ya era insoportable y además eso alentaba mi trabajo y me desesperaba porque lo que solía hacer en 5 minutos, me llevaba hasta 20 o más, porque el dolor no me permitía seguir trabajando. 

Long short story: hice todos los remedios posibles que me recomendaron y un día le dije a mi jefe que no podía dibujar más (mostrando pruebas evidentemente de la inflamación en el dedo) y bueno, baje "un poco" el ritmo de trabajo y eso permitió que mi dedo se fuera recuperando.

Después de eso, empecé a tomarme descansos normales, como la hora de comida, como un salir a la tienda aunque fuese solo para estirar las piernas. Y los fines de semana los empecé a dedicar a mi y olvidarme un poco del trabajo. Así que me empecé a arreglar para mi, solo por el gusto de verme guapa todos los días, solo porque me gustaba verme al espejo y decirme: eres una chingona, eres inteligente y además muy guapa y  la cuarentena nos hace los mandados. Me denominé a mi misma en redes sociales: "Quarantine Queen". (ya sé, qué ridícula, pero no me importa, ja, ja, ja).

Inicié mi serie de karaokes en Instagram, que más que decirle al mundo: "mira que bien canto" (porque se que NO tengo una voz privilegiada); lo empecé a hacer porque me encanta cantar, me hace muy feliz poner música y cantar a todo pulmón (seguro mis vecinos me odian, ja, ja, ja), me cambia el día poner una canción que me encante y cantarla como una loca. Sí, así de apasionada suelo ser.

Y bueno, todo iba marchando relativamente bien, hasta que un día recibí una noticia que me tambaleo muchísimo. Había fallecido mi querido Tío Carlos. No por covid, sino por otras cuestiones de salud. Y así la pandemia me enseñó a enfrentarme a una nueva manera de despedir a tus seres más queridos; porque la gente que quería estar no podía por la cuarentena y porque además en una funeraria hay normas de cuanta gente puede estar ahí. Afortunada de poder estar con mi tía y recibir a mi primo (que gracias a Dios pudo conseguir un vuelo desde Canadá para acá) y hacernos compañía los tres. 

La tristeza me acompañó bastante tiempo, de cuando en cuando me pongo triste todavía y echo la lagrimilla otra vez. Pero toda la situación de una ciudad en cuarentena y de no poder ver a tus seres más queridos, creo que aceleró mi proceso de duelo; porque desde que esto empezó yo no pude ver a mis tíos, por miedo a llevar conmigo algún "bicho" que los pusiera en riesgo. Me hizo pensar mucho el valor de decirle a la gente que quieres, todos los días cuanto los quieres. Decirle a tu gente sin tapujos que los amas. Yo se que mi tío sabe y sabía el amor profundo y agradecimiento eterno que sentía por el, pero lo escribo porque hoy no me da miedo decirle a nadie lo importante que es para mi, y sobre todo por si no nos volvemos a ver...

Así la vida va tomando su cause normal y vas volviendo a tu rutina y a tus cosas. Y bueno, haré un paréntesis para contarles algo (¿por qué soy así? pero así hablo también ja, ja, ja). Antes de la cuarentena, yo había empezado a ver a un amigo (if you know what i mean...), nos veíamos todos los viernes o sábados, según nuestros tiempos se acoplaran y curiosamente el fin de semana antes de que iniciara este show llamado cuarentena, habíamos viajado juntos a San Miguel de Allende para ir a conocer el Live Aqua (sí, ya se que soy muy pesada con este tema, pero es que es uno de mis grandes orgullos haber participado en el diseño de este hotel). Y bueno, la cuarentena nos vino a arruinar la diversión y dejamos de vernos muchos meses. Y hago esta acotación porque creo que es importante mencionar que las personas que vivimos completamente solas, de pronto pudimos venirnos abajo con el encierro por el tema de la soledad. Yo, no tengo ni perro que me ladre. Pero para mi fue al contrario, traté de potencializar el contacto con la gente que quiero a través de videollamadas, llamadas, whatsapp, zoom y la gran variedad de opciones que tenemos hoy. También debo decir que vivir una pandemia en esta época nos hace todo más fácil, porque hasta para hacer el súper, te lo pides por medio de una app y ya está. En realidad a veces creo que nos quejamos de más y solo por el gusto de quejarnos. Y no estamos siendo consientes de que vivimos en una época maravillosa llena de avances tecnológicos que nos acercan a los que queremos si lo hacemos de la forma correcta.

Y así fue el inicio de esta pandemia-cuarentena en México para mi, y como hoy ya me enrollé como persiana, pues le voy a parar, pero habrá una segunda y una tercera parte o las que me salgan, porque a mi si hay algo que me guste hacer en la vida (además de diseñar y cantar), es escribir, porque en la escritura he encontrado una manera de desahogarme, de aclarar mis ideas y a mi, me sirve de terapia. Creo que todos deberíamos escribir aunque no seamos literatos (con todo el respeto a ellos) pero si algo se escribe con verdad y desde el corazón también es una manera de compartir la vida.

Así que nos leemos en el siguiente post y espero que este lee guste mucho y me encantaría leerlos también, me encantaría saber todas las cosas buenas que podemos sacar de esta situación para nuestro crecimiento. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario