martes, 27 de septiembre de 2016

"Chema" Buendía...



“Chema” Buendía…



El día que nos conocimos, fue en una clase en la UAM-Xochimilco, recuerdo perfecto que nos hablaste del color blanco, del olor de las flores de azahar y de tu infancia en Marruecos (Sí, de tu nana Jimo y de tu Fiat de lata). El destino me puso en tu clase pero la buena fortuna (o Dios) quiso que fuésemos amigos.




Siempre te escuché atenta, dentro y fuera del aula; a veces platicábamos más en los pasillo y jardines de la universidad que en los mismos salones, porque así eras tú, tu cátedra era para escucharte y fuera de clase para compartir. Ahora tengo muchas anécdotas que recuerdo y sólo trato de elegir las mejores palabras que dedicarte.

Te veía llegar siempre, muy arreglado de traje y sombrero, con un café en la mano y silbando. Bajo el brazo tu rollo de diapositivas, tus libros y un folder viejo y arrugado pero  lleno de maravillosos croquis que seguramente habías hecho sentado frente a una taza de café y con una buena charla. 
Diariamente, todos debíamos rodear el restirador donde nuestros planos estarían listos para recibir tus correcciones, recuerdo que me paraba a tu lado derecho, me gustaba estar ahí. Sin falta, todos los días dejabas el salón a las 2:00 pm porque no podías faltar a comer a tu casa, pero si aún no habíamos terminado la revisión en la universidad, nos esperabas en "la pause" (ahí sobre Francisco Sosa). Cómo disfruté cada una de tus clases…



Me llevaste a visitar la casa que le diseñaste a uno de tus hijos en Malinalco; recuerdo el viaje (de ida y vuelta), así como la comida llena de fantásticas historias que nadie contaba como tú, pero lo que más recuerdo y agradezco de ese viaje, fue el que compartieras conmigo la parte más importante de tu vida: Tu familia.

Me dijiste una y mil veces que la Arquitectura debe de ser incluyente y que hay que hacer que la Arquitectura cuente historias. Todos los días lo intento y espero estarlo logrando.

No tuvimos oportunidad de reencontrarnos, aunque siempre tuve en mente, pasarme un día por el callejón del Aguacate a preguntar por ti.
Sólo puedo decir, Gracias Chema, por haber coincidido conmigo en esta vida. Gracias por hacerme ver a la Arquitectura con tus ojos y por contagiarme tu pasión.

Un beso hasta el cielo…

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