“Chema”
Buendía…
El día que nos conocimos,
fue en una clase en la UAM-Xochimilco, recuerdo perfecto que nos hablaste del color
blanco, del olor de las flores de azahar y de tu infancia en Marruecos (Sí, de
tu nana Jimo y de tu Fiat de lata). El destino me puso en tu clase pero la
buena fortuna (o Dios) quiso que fuésemos amigos.
Siempre te escuché atenta,
dentro y fuera del aula; a veces platicábamos más en los pasillo y jardines de la
universidad que en los mismos salones, porque así eras tú, tu cátedra era para
escucharte y fuera de clase para compartir. Ahora tengo muchas anécdotas que recuerdo y sólo trato de elegir las mejores palabras que dedicarte.
Te veía llegar siempre,
muy arreglado de traje y sombrero, con un café en la mano y silbando. Bajo el
brazo tu rollo de diapositivas, tus libros y un folder viejo y arrugado pero lleno de maravillosos croquis que seguramente
habías hecho sentado frente a una taza de café y con una buena charla.
Diariamente,
todos debíamos rodear el restirador donde nuestros planos estarían listos para
recibir tus correcciones, recuerdo que me paraba a tu lado derecho, me gustaba
estar ahí. Sin falta, todos los días dejabas el salón a las 2:00 pm porque no
podías faltar a comer a tu casa, pero si aún no habíamos terminado la revisión
en la universidad, nos esperabas en "la pause" (ahí sobre Francisco Sosa). Cómo
disfruté cada una de tus clases…
Me llevaste a visitar la
casa que le diseñaste a uno de tus hijos en Malinalco; recuerdo el viaje (de
ida y vuelta), así como la comida llena de fantásticas historias que nadie
contaba como tú, pero lo que más recuerdo y agradezco de ese viaje, fue el que
compartieras conmigo la parte más importante de tu vida: Tu familia.
Me dijiste una y mil veces
que la Arquitectura debe de ser incluyente y que hay que hacer que la
Arquitectura cuente historias. Todos los días lo intento y espero estarlo
logrando.
No tuvimos oportunidad de
reencontrarnos, aunque siempre tuve en mente, pasarme un día por el callejón
del Aguacate a preguntar por ti.
Sólo puedo decir, Gracias
Chema, por haber coincidido conmigo en esta vida. Gracias por hacerme ver a la
Arquitectura con tus ojos y por contagiarme tu pasión.
Un beso hasta el cielo…